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Las Naciones Unidas han publicado una nueva e importante evaluación del impacto del sistema alimentario mundial en nuestra salud y el planeta. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los costos ocultos totales del sistema alimentario mundial ascienden a 12,7 billones de dólares, alrededor del 10 por ciento del PIB mundial.
El informe analizó los costes sanitarios, sociales y medioambientales asociados al actual sistema alimentario. El mayor impacto monetario se produce en la salud: a nivel mundial, el 73 por ciento de todos los costos ocultos informados por la FAO estaban asociados con dietas que conducían a la obesidad o enfermedades no transmisibles como la diabetes y las enfermedades cardíacas. El segundo mayor impacto en términos monetarios fue el ambiental, que representó más del 20 por ciento de los costos ocultos cuantificados.
«Sabemos que el sistema agroalimentario enfrenta una serie de desafíos», dice David Laborde, director de la División de Economía Agroalimentaria de la FAO. “Y con este informe podemos poner precio a estos problemas”.
Los costos ocultos de los sistemas alimentarios varían dramáticamente de un país a otro. En los países de bajos ingresos, casi la mitad de los costos ocultos se deben a la pobreza y pueden deberse en parte a la incapacidad de los agricultores para cultivar suficientes alimentos o recibir un precio justo por sus productos. En estos países, el costo oculto de los alimentos promedia el 27 por ciento del PIB, en comparación con sólo el 8 por ciento en los países de altos ingresos. Las cifras de la FAO se basan en dólares de paridad de poder adquisitivo de 2020, una forma de comparar los niveles de vida en países con ingresos y precios muy diferentes.
Estos costos ocultos pueden estar interconectados. Laborde puso el ejemplo del cacao, el ingrediente principal del chocolate. El cacao se cultiva principalmente en Ghana y Costa de Marfil, donde los agricultores a menudo reciben sólo una miseria por su cosecha. Este cacao lo consumen principalmente personas de países de altos ingresos, especialmente en Europa, generalmente en forma de barras de chocolate azucaradas. Si la gente en Europa comiera un poco menos de chocolate pero pagara más por un producto más justo y de mayor calidad, eso podría ayudar a reducir el impacto en la salud en Europa y al mismo tiempo enviar más dinero a los agricultores de África occidental, dice Laborde.
Estos cálculos de valores transfronterizos pueden volverse diabólicamente complicados, dice Jack Bobo, director del Instituto de Sistemas Alimentarios de la Universidad de Nottingham. Tomemos como ejemplo la estrategia de la UE de la granja a la mesa, cuyo objetivo, entre otras cosas, es garantizar que una cuarta parte de las tierras agrícolas de Europa se cultive orgánicamente y reducir el uso de fertilizantes en al menos un 20 por ciento para 2030. Es probable que alcanzar estos objetivos reduzca los costos ambientales ocultos en Europa, pero también es probable que reduzca la productividad general de las granjas europeas. Esto podría significar que los países europeos tengan que importar más alimentos de países como Brasil, lo que incentivaría la deforestación y generaría más costos ambientales ocultos allí.
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