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Y, sin embargo, estos mares extraños siguen siendo desafiantemente líquidos.
Un océano cubierto de espejos
Los científicos sospechan que un puñado de lunas que orbitan alrededor de Júpiter y Saturno (y tal vez incluso algunas que orbitan alrededor de Urano y Neptuno) albergan océanos. El poderoso Ganímedes y el cráter Calisto producen señales magnéticas débiles, similares a las de Europa. Es muy probable que el Titán cubierto de neblina de Saturno también tenga un océano de agua líquida debajo de la superficie. Estos «son los cinco en los que la mayoría de los científicos de la comunidad tienen bastante confianza», dijo Mike Sori, científico planetario de la Universidad Purdue.
Hasta ahora, Encelado es la única certeza oceánica absoluta. «Esto es un hecho», dijo Carly Howett, científica planetaria de la Universidad de Oxford.
En la década de 1980, algunos científicos sospecharon que Encelado tenía plumas; El anillo E de Saturno era tan limpio y brillante que algo -tal vez de una de sus lunas- debía estar entrando al espacio y refrescándolo constantemente. Después de que Cassini finalmente presenciara esta magia embellecedora del planeta en acción, los científicos se preguntaron brevemente si las columnas del polo sur de la luna podrían ser obra de la luz solar que vaporiza el hielo en la envoltura lunar, un poco como el hielo seco que se vaporiza cuando se calienta, tal vez por la luz solar.
«Durante un tiempo hubo una discusión sobre si tenía que haber un océano», dijo Nimmo. “Lo que realmente llegó al punto fue cuando [Cassini] Voló a través de la nube y encontró sal: cloruro de sodio. Esto es un océano”. Todavía existía la posibilidad de que estas nubes pudieran surgir de un mar más pequeño y aislado. Sin embargo, observaciones adicionales de Cassini revelaron que el caparazón de Encelado se balancea hacia adelante y hacia atrás con tanta fuerza que debe estar separado del interior lunar más profundo por un océano global.
Las nubes también están bombeando hidrógeno y cuarzo, señales de actividad de respiraderos hidrotermales en aguas profundas, dijo Frank Postberg, científico planetario de la Universidad Libre de Berlín. En la Tierra, estos respiraderos generan el calor y la química necesarios para alimentar ecosistemas que existen más allá del alcance de la luz solar: comunidades de organismos que los científicos alguna vez pensaron que no podrían existir en nuestro mundo dependiente de la fotosíntesis.
Pero, ¿qué podría alimentar un sistema de ventilación lo suficientemente potente como para calentar un océano entero? Otra luna, ésta de la variedad ardiente, proporcionaría estas pistas.
Las mareas eternas e infernales
En junio de 1979, un mes antes del sobrevuelo cercano de Europa de la Voyager 2, los científicos anunciaron que la Voyager 1 había vislumbrado nubes gigantescas con forma de paraguas elevándose hacia el espacio sobre Io, las huellas eruptivas de varios volcanes.
Esta observación debería haber sido sorprendente: el vulcanismo requiere una fuente de calor interna, e Io, como las otras lunas heladas, no debería haber sido más que brasas. Pero unos meses antes, un equipo independiente de científicos había predicho correctamente que Ío podría ser un mundo volcánico hiperactivo.
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